jueves, 13 de octubre de 2011

Casandra


Mil veces te aventuraste a decir
lo que no queria ser oido,
mil veces te tildaron de endemoniada,
loca o paranoica, pero tu claridad
agitaba la conciencia de lo perecedero,
y el relampago de lo certero.

Tu historia, maldicion o mito,
corre por nuestras venas;
herederos póstumos de las migajas
de lo que forjó la historia de visionarios
que aventuraban grietas en estructuras firmes,
o señalaban al barro en los dorados ídolos.

La soledad es tu condena, como la nuestra,
la incomprensión es la tolerancia, como lismona
y el devenir es el arcano que revela
la daga infalible de lo que osaste mencionar;
cuando el oido perece, reconociendo que ya es tarde
para enlazar comprension a la palabras pronunciadas.

Tal fue tu suerte, elevada al mito,
tal es mi suerte y la de otros tantos,
que sin tener derecho a compartir tu espanto,
compartimos angustia, vacio y llanto.

Ver lo que otros no ven,
sentir lo que otros no sienten,
oir en el silencio un mundo
y en el tensar un puño
sentir la flecha uniéndose a la diana...

Esa es la condena,
morir internamente por callar lo que sabemos,
morir lapidados por decir lo que sabemos.
finalmente la muerte es el mortero
donde palabra a palabra,
silencio a silencio
negociamos dia a dia
seguir vivos,
postergando la sentencia,
intercambiando una sonrisa por un golpe,
una caricia por un escupitajo,
permaneciendo en ese limbo
que no da lugar al mito
no da lugar al heroismo,
no da lugar al estar vivo,
no da lugar a nada....
no da lugar ni a uno mismo...

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