viernes, 18 de junio de 2010

El falangista, el comunista y el ideario kantiano


Extraido del blog "el boomerang" de Victor Gómez Pin


Tras un doble coloquio en Madrid, por un lado con colegas psiquiatras en la Universidad Autónoma y por otro lado con el filósofo Fernando Savater en casa de éste, el instigador de ambos encuentros, mi amigo José Lazaro, profesor de Historia de la Medicina, me escribe una larga carta de la que hoy extraigo los siguientes párrafos:

"Sigamos dándole vueltas, Víctor, que me parece muy escaso lo que he logrado aclarar y mucho lo que me queda por entender [...] Tú sueles invocar las máximas subjetivas de acción kantianas como criterio para determinar la intrínseca nobleza de un buen proyecto emancipatorio e instaurador de la justicia en la comunidad humana. ¿En qué se diferencia lo que los filósofos llamáis "máximas subjetivas de acción" y lo que los simples aficionados a la especulación llamamos "buenas intenciones"? Y, esa diferencia, que seguramente existe y tú puedas explicarme, ¿logra evitar el conocido riesgo de que de máximas subjetivas de acción esté el infierno lleno?

Tú sitúas la nobleza racional del proyecto emancipatorio en el pensamiento que logra "poner de relieve como las estructuras alienantes del orden social determinan todos los aspectos de la vida y hacen imposible la realización de la esencia humana". Por el contrario, denuncias como ideologías alienantes los "sistemas de creencias que te permiten no enfrentarte a lo real". No consigo ver, Víctor, esa diferencia esencial entre nobles pensadores que nos iluminan e infames profetas que nos confunden. Veo en todos los pensadores que me interesan rasgos humanos, demasiado humanos, de lucidez y confusión, de clarividencia y ceguera, de nobleza y debilidad, de generosidad y miseria. En muy distintos aspectos y en muy diferente grado. Esas diferencias son las que me lleva a frecuentar más a unos y a evitar en lo posible a otros..."

La carta de Jose Lazaro ilustra el problema desde diferentes ángulos que conciernen a la religión cristiana, a las ideologías ecologistas radicales, o a la dificultad de discernir entre la actitud subjetiva de un falangista ingenuo que se creía las patrañas de la revolución social para el bien de España y la de un revolucionario comunista que, de hecho, contribuía a afianzar el orden estalinista. Intentaré responder a varias de sus preguntas, retomando en cada momento párrafos de la carta, pero empezaré hoy por la última, la cuestión de la diferencia entre la máxima subjetiva de acción entre revolucionarios y fascistas: entre afiliados comunistas durante la República (después resistentes al franquismo) y falangistas, por poner el ejemplo más cercano a nosotros.



Cuando la buena fe es a costa del juicio

En la carta de José Lázaro se indica algo muy razonable, a saber: no estaba excluido que el falangista actuara motivado por algún ideario de fraternidad o de liberación. De hecho creo que tal era el caso de algunos de los que hablaban de una revolución social y que se sintieron decepcionados al constatar la violencia que para los débiles supuso el régimen del general Franco.

No obstante algo de la verdad de la cosa deberían haber olfateado al ver los grupos sociales que constituían cuando menos compañeros de viaje: clero feroz, terratenientes despóticos, patriotas fanatizados, nostálgicos de un imperio que había supuesto la sumisión de pueblos enteros, etcétera...Había muchas razones para sospechar que las ideas liberadoras falangistas eran tapadera para una fuerza de hecho reactiva. Reactiva contra un ideario racional, un ideario que, en última instancia, apuntaba a que se dieran las condiciones sociales de realización de la humanidad.

Ideario ciertamente optimista, cuyo punto de partida es que todo individuo humano (al igual que los individuos de las demás especies animales) tiende a actualizar las potencialidades de su naturaleza, y que, residiendo el rasgo esencial de esta naturaleza en la capacidad racional y lingüística, todo individuo humano tiende a vivir de manera inteligente ("todos los humanos en razón de su propia naturaleza tienden a eidenai- inteligir" dice desde el arranque de la Metafísica Aristóteles). Ideario afirmativo que, al constatar que el orden social efectivo hace imposible tal realización de la naturaleza propia...conduce a levantarse contra el mismo, en la "Toma de la Bastilla" y en la "Toma del Palacio de Invierno".



Significado del "muera la inteligencia"



Sin duda, como me señalaba Fernando Savater, la subjetividad del nazi que se complacía en la persecución y tortura de judíos, no puede ser homologada a la del falangista que creía actuar por el bien general de España. Pero este falangista "de buena fe" actuaba contra razón, pues la pretendida bondad de su causa no toleraba un análisis. Era imposible sostener lucidamente que la acción falangista o franquista tenía como objetivo alcanzar un orden social en el que la fertilización de la razón y el lenguaje (a través del arte, la ciencia y la filosofía) serían la muestra de que en cada hombre en particular estaba actualizándose aquello a lo que por naturaleza el hombre está llamado.

Y de hecho ni falangistas ni franquistas creían que tal fuera nuestra naturaleza, no creían que el objetivo de la vida humana fuera la riqueza concreta del espíritu, es decir, la fertilización de las capacidades cognoscitivas y creativas del conjunto de los humanos. En este sentido el "muera la inteligencia" era algo más que chulesca expresión de un militar desubicado; expresaba la renuncia al eidenai aristotélico, y hasta el deseo de erradicar en todos y cada uno la aspiración a inteligir; era en suma un signo de profundo nihilismo.

Nada de esto en la tremenda explosión espiritual que conduce a la Bastilla o al Palacio de Invierno. La realización de la condición humana, la eclosión de las potencialidades del ser de razón y palabra, era el fin que, más o menos oscuramente, determinaba las subjetividades, determinaba la máxima subjetiva de acción. Por eso mismo "la Terreur" y otras derivas de la Revolution debió ser algo tan doloroso para los que se alzaron contra "l'Ancien Régime". Como fue doloroso para los militantes comunistas del Paris de mis años mozos el descubrir que la persecución de los homosexuales por el régimen cubano era algo más que propaganda del imperialismo. Pues en ambos casos se trataba de signos de un fracaso esencial, un fracaso en las tentativas del hombre para alcanzar aquello a que está llamado, un fracaso realmente de la razón humana, un fracaso en lo que constituye nuestro rasgo genuino, un fracaso de nosotros mismos...nada que ver con los fracasos de aquello que desde el principio nos aliena.

Quizás estamos condenados a no alcanzar un orden social que permita la plena asunción por el hombre de su condición de ser racional y lingüístico, quizás este ideario genere inevitablemente distorsiones que suponen grandes males. Pero no por ello hemos de abrazar la alternativa consistente en que los humanos vivan entre la esclavitud y la distracción, que hace la esclavitud soportable. Menos aun cuando esta alternativa aparece como resultado de un movimiento feroz, tendiente a abolir los espacios de libertad ya efectivamente alcanzados. Repito que un falangista lúcido no podía dejar de desconfiar de los compañeros de viaje que apoyaban su pretendida revolución. ¿O es que la confluencia de señoritismo agrario, moral asfixiante del clero, estrategias anti-republicanas de una burguesía amenazada en sus intereses, etcétera, no constituían indicios suficientes de que tras la retórica falangista se escondía un movimiento contrario a los esbozos de emancipación, un movimiento literalmente reaccionario, no sólo enemigo de ámbitos de libertad a alcanzar, sino supresor de libertades ya alcanzadas?



"...válido para todo ser razonable"

Siempre he pensado que tras la Revolución de Octubre (y no sólo tras la Revolución Francesa) se encuentra una exigencia acorde con la convicción kantiana de que la razón y el lenguaje (es decir, aquello que marca nuestra radical singularidad entre las especies animadas) han de ser erigidas en causa final de nuestra práctica, y que ello pasa por garantizar que la esclavitud social no aleje de tal perspectiva a una parte de la humanidad. Aunque no sea explícitamente reflexionada, es legítima toda "máxima subjetiva de acción" movida por este ideario. Por hoy me limito a citar un párrafo clave de Kant:

"La máxima es el principio subjetivo de la acción y debe ser diferenciado del principio objetivo, es decir de la ley práctica [ley por adecuación a la cual se mide el carácter moral de un comportamiento]. La máxima determina en base a las condiciones del sujeto (muy a menudo en base a su ignorancia, o bien a sus inclinaciones) y constituye así el principio en conformidad al cual el sujeto procede, mientras que la ley es el principio objetivo, válido para todo ser razonable, el principio en conformidad al cual debe proceder, o sea un imperativo"

Cuando haya dado respuesta a los otros interrogantes de la carta de José Lazaro retomaré este texto de Kant. De momento me atrevo a sostener lo siguiente: al combatir la moral asfixiante del clero, el imperialismo nostálgico, la negación de la igualdad entre lenguas (concretamente las que se hablan en España), los empresarios cuyo interés objetivo (determinado por la efectivamente feroz competencia) pasaba por la sobre-explotación de sus trabajadores, el señoritismo feudal, etcétera, el revolucionario actuaba en conformidad al "principio objetivo, válido para todo ser razonable"; al aliarse con todo ello la actuación del falangista se resistía al mismo.