martes, 27 de septiembre de 2011

¿La mano o el guante?


Suena el despertador, a duras penas abondono mi letargo, extiendo el brazo tanteando superficies hasta dar con la fuente del sonido. Mi mente se resiste a abandonar los retales de un sueño que se escapa arrebatado por la oscura realidad llamada día. Mientras inicio el rito cotidiano de calzar la vestimenta coger la herramienta y dirigirme hacia el trabajo en mi cabeza surge la
imagen de otros hombres, de otra época, abandonando al canto de un gallo esa breve muerte cotidiana que iguala a ricos y pobres, porque los sueños son el último refugio donde nuestros más grandes anhelos y temores pueden vivirse sin necesidad de postergarse en la esperanza de lograr triunfos, riquezas o cariño.
Atrapado en estos pensamientos voy inconscientemente navegando, de una llave de luz, a un grifo, e un grifo a la cafetera, pulsando botones, moviendo palancas y haciendo surgir a mi alrededor, como algo natural y hasta anodino, la claridad que iluminó la cueva tras golpear afanosamente unas piedras contra hojas secas, o el agua que hubo de ir a buscar al lejano pozo cualquiera
de esos hombres que unos minutos atrás poblaron mis pensamientos. Vestimenta, herramienta, luz, calor, agua, alimento, trabajo; fluyen por el tiempo cambiando en apariencia y sin embargo manteniendo ese vínculo esencial con el ser en movimiento. Así, mientras termino de enfundarme, como lo hice con la vestimenta, en el rol que he de cumplir como padre, trabajador, ciudadano o lo que sea, el último destello de lucidez se va apagando mientras el corazón pide volver al
lecho para retomar la otra realidad que llamamos fantasia..., ¿dónde acaba la forma y donde el contenido?