El sol está poniéndose en el horizonte, sentado en el sillón junto a la estufa lo miro partir dejando su estela tornasolada en las escasas nubes. Mis pensamientos vuelan hacia todos los seres queridos que ya no están y el paralelo inevitable entre atardecer, devenir, partir y ausencia se instala en mi interior buscando un hueco donde anidar poemas, nostalgia y reflexiones. Años, siglos, quizás milenios, la misma imagen se repite, con otros seres, otros idiomas, otras memorias, y sin embargo la misma transición de día a noche por todos admirada, me hace sentir cercano a sus vidas, muerte, historia, amor y sufrimiento. La noche avanza, algunas estrellas se hacen ver tras la partida de la luz que todo lo ocultaba, el cielo se hace profundo, se vuelve inmenso, las dimensiones explosionan en todas direcciones y en mi interior resuena el eco turbándome en la incógnita que se instala, sin palabras, sin aliento, los dos espacios crecen, dentro y fuera, suspendidos en la frontera de la piel, como una hoja presta a desprenderse del árbol del conocimiento. El gato salta a mi regazo, planta sus ojos en mi rostro, no se si entiende, si forma parte del enigma, me mira y yo le miro, los dos parecemos compartir un no se que en la mirada, quizás esa pregunta que no llega a formularse, esa intuición de percibir la presa cerca, ese anhelo de cazar, pregunta con respuesta. El móvil me arrebata de este estado, vuelvo a mi rol aquí y ahora, y tras colgar no puedo evitar volver al gato y preguntarle ¿tu lo entendiste? Y su respuesta fue la misma que la de otros seres...
domingo, 9 de diciembre de 2012
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