martes, 1 de febrero de 2011

El Hilo Conductor: Los Zapatos




Parece ser que la historia remonta la existencia del calzado a 10.000 años AC es decir finales del paleolítico puesto que se han encontrado vestigios que sugieren su presencia en pinturas rupestres de España y del sur de Francia, sin embargo Erik Trinkaus, un antropólogo físico sostiene que su uso comenzo en un período comprendido entre 40000 y 26000 años atrás, para ello se basa en la disminución del grosor de los huesos de los pies que tuvo lugar durante ese período. Mas allá de sus formas y materiales, los calzados parecen haber estado ligados siempre a una imagen de rango social e incluso adquirieron connotaciones de símbolo en ritos y mitos en todas las culturas, así por ejemplo en la Biblia Ruth 4:7 se señala:
Había desde antaño la costumbre en Israel, tocante a la Redención y las transacciones, que para dar vigencia a cualquier asunto uno se quitaba la sandalia y la daba al otro. Y esto Servía de testimonio en Israel.
Otra costumbre hebrea era tachonar las suelas de los calzados femeninos con el nombre de su amado para que cuando caminaran quedara impreso en la tierra.
En la cultura china, por ejemplo en el siglo X se estableció un ideal de belleza femenina que asociaba un gran erotismo a los “pies de loto”, una deformación lograda vendando los pies y usando un calzado minúsculo que además aseguraba que las niñas tuvieran que caminar con pasitos cortos, no pudiendo alejarse mucho de sus casas, esta costumbre se propago por toda china y fue prohibida recién en 1911 quedando constancia de el último caso de aplicación de esta horrible tortura zapateril en 1957. Los griegos en un principio andaban descalzos y llevaban colgadas sandalias para usarlas sólo cuando eran necesarias, pero luego su uso se fue popularizando llegando a tener distintos calzados con distintas funcionalidades, asi por ejemplo los Krepis sólo podían ser utilizados por los hombres libres. Los romanos en cambio no gustaban andar descalzos pues ese era un símbolo de esclavitud, en Roma, colores, materiales y formas del calzado eran determinados de acuerdo al status: el rojo, por ejemplo, era exclusivo de los emperadores; los cónsules usaban zapatos blancos; los senadores zapatos marrones con cuatro cintas negras de cuero atadas con dos nudos y las legiones llevaban unos botines flexibles, cómodos y resistentes con los dedos descubiertos –los Campagi Campagus- a los que a veces se adicionaban trozos de hierro para mayor protección.
En la mitología vemos como gracias a las sandalias aladas prestadas por Mercurio, Perseo vence a la Gorgona, o cómo el ingenioso gato pide a su dueño unas botas para urdir un plan para salvar a su dueño de la pobreza (El Gato con Botas de Perault); o las botas de las siete leguas que Pulgarcito roba al ogro para convertirse con ellas en mensajero del rey (analogia con Mercurio y sus sandalias aladas que hacen de él el mensajero de los dioses). La cenicienta es otro cuento que se resuelve a través del calzado y la imagen de la primer pisada en la luna quedará grabada en la memoria de la humanidad como un hito de superación planetaria. De esta manera vemos cómo un mero objeto que ha acompañado la evolución de la humanidad ha logrado un lugar muy especial en cuanto objeto material y como símbolo polisémico del inconsciente colectivo.

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