Desde los más recónditos lugares de mi memoria, allí donde, por motivos que apenas dilucido, se esconden agazapadas las penas, alegrías y rencores de mi historia. Surgen a veces estímulos repentinos, relámpagos que iluminan por un instante la oscuridad de la duda, o las tinieblas del sinsentido de lo cotidiano. En esos instantes curiosidad, descubrimiento y asombro se conjugan en un estremecimiento y soy el niño aquel que fui, maravillado al ver surgir un pajarillo de un huevo, y al mismo tiempo el adolescente que descubría el placer del orgasmo y el adulto vibrando frente a su alter ego y la persona madura que escribe estas lineas y el anciano que desde la ilusión del futuro me observa sonriendo serenamente. En esos instantes el tiempo de una vida se contrae y se expande como dos caras de una misma moneda y a modo de punto singular el infinito y el punto son lo mismo. De esta manera la linea de una vida, la aparente continuidad histórica en realidad adquiere una dimensión fractal. La naturaleza cíclica de esos instantes de integración son saltos cualitativos a partir de los cuales se instaura un nuevo orden, similar al anterior, pero más rico y totalizador, es como si esa cadena de instantes fueran los verdaderos latidos del corazon que dan impulso y coherencia a lo que somos.
la vida es un patio de recreo para jugar, lo sabemos d pequeños pero se nos olvida d mayores
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